Llevo ya unos días probando la versión beta para desarrolladores de Windows 8, la nueva versión del sistema operativo estandarte de Microsoft. Han sido unos días de sentiemientos encontrados pero en general, y aunque se deja ver a lo largo de toda esta crítica, me ha despertado muy gratas impresiones. Antes de empezar tengo que dejar muy claro que esto no es una reseña exhaustiva, concienzuda y detallada de hasta el más mínimo detalle y función que presenta el nuevo Windows 8, es más bien un repaso, una apreciación general de cómo se comporta el nuevo sistema, de sus novedades más interesantes, de sus carencias, de sus puntos fuertes y de sus puntos débiles. Un repaso, por dejarlo claro, que pretende ponerse en la piel de el usuario medio o avanzado y de las sensaciones que le aporta, nada de datos técnicos y de rendimiento, demasiado pronto para eso.
Precisamente en cuanto al rendimiento hay que dejar muy claro que esto es una versión preliminar, una versión para desarrolladores y que probablemente diste de la final en algo más que el rendimiento y el funcionamiento general. Lo aclaro porque es algo que ya he leído varias veces y que hay que tener en cuenta, en las capturas de pantalla Windows 8 se ve muy bonito (y lo es) pero cuando toca usarlo es cuando uno se da cuenta a todas luces que es un proyecto sin terminar. Muy prometedor, eso sí, pero inacabado.
Primera toma de contacto, una sensación híbrida
Una vez arranca Windows 8, que como hemos podido ver en algún vídeo lo hará realmente rápido (no en mi caso porque todas las pruebas las he ejecutado virtualizando el sistema), la primera sensación que se obtiene es la de estar delante de algo que es una mezcla entre un sistema diseñado para tabletas y un sistema windows tradicional. Es importante porque me parece que esa es precisamente toda la esencia de Windows 8, coger lo mejor de la usabilidad de uno, de la usabilidad de otro y mezclarlo con bastante acierto para obtener un resultado bastante bueno. Llama mucho la atención por ejemplo la pantalla de bienvenida, que es la que tenéis sobre estas líneas, que se desbloquea haciendo clic con el ratón y manteniendo apretado ‘arrastrando’ la imagen fuera de la pantalla, un movimiento que tiene todo el sentido del mundo en un tablet, pero que sorprende ser usado en un escritorio.
Todos los detalles del sistema concernientes a la interfaz Metro, de la que paso a hablar más exhaustivamente después, recuerdan a una interfaz de tablet, botones grandes, menús deslizables, cuadrículas… es la que primero se encuentra el usuario una vez enciende el sistema y supone, por así decirlo la ‘entrada’ a Windows 8, aunque luego se pueda acceder desde ahí a la antigua interfaz de Windows, que salvo algunos cambios en los colores y en el botón de inicio, que se ha añadido Ribbon en el explorer y algunas alteraciones más luce casi exactamente igual a la que podemos ver en Windows 7.
Windows 8 es, resumiendo, un sistema híbrido, apto para tablets, apto para escritorios, aunque a mí personalmente me hubiese gustado que se decantasen por alguna de ellas con más firmeza hay que reconocer que era una labor muy complicada y que Microsoft ha sabido resolverla con soltura.
La interfaz Metro, una evolución más que una revolución
Toca entrar con más profundidad en el meollo del sistema, en la novedosa y largamente criticada y alabada a partes iguales interfaz Windows Metro. Lo que siempre me llamó más la atención de Metro desde que pudimos ver los primeros mockups es la elegencia y la sencillez que desprendía. Así es, por primera vez en muchísimos años y aunque sólo sea una opinión personal puedo referirme a un sistema operativo de Microsoft como algo bonito, estéticamente agradable. Hay algunas cosas que no me convencen demasiado, y cada cual tiene sus gustos, pero hay que reconocer que el minimalismo y el colorido de Windows 8 lo convierten en un sistema muy atractivo visualmente hablando.
Entrando un poco poco más en la usabilidad de Metro uno de sus puntos fuertes es lo amplio de sus iconos, aunque más bien podríamos referirnos a ellos como ‘tiles’ o cuadrículas. Gracias a este tamaño, Metro se deja tocar y trastear con el dedo o ratón muy bien, es más casi parece pedir que lo hagamo. Las aplicaciones se dividen con claridad y en algunas de ellas mediante un clic contextual con el botón derecho del ratón podemos acceder a algunas opciones, como que ocupe uno o dos espacios, desinstalarlas o sacar de la pantalla principal. El funcionamiento en general lo he encontrado bastante fluido, las distintas aplicaciones se abren rápido y bien, podemos reordenarlas a nuestro gusto arrastrando y soltando y es extremadamente intuitiva, queda claro que en este apartado se ha realizado una muy buena labor.
Por otro lado, lo que me parece realmente importante es para qué sirve, para qué podemos utilizar esta interfaz Metro. Lo digo porque fue una de las primeras dudas que me surgió: Con un montón de usuarios acérrimos de Windows ¿Merece la pena hacerles pasar por un cambio tan grande? En mi opinión sí, la interfaz Metro, a pesar de lo chocante de su apariencia es más una capa superpuesta, una evolución en la manera en la que accedemos a nuestras aplicaciones más que una revolución completa de la interfaz. Es un grandísimo paso adelante, no lo dudo, pero he acabado echando en falta un poco más de integración con el sistema.
Para destacar por ejemplo son las ‘live tiles, cuadrículas que se van actualizando contextualmente como la de Tweet@rama, un cliente de Twitter que muestra las últimas actualizaciones, algo que también supongo que será aplicable a programas de meteorolgía, bolsa y muchos más. En el fondo son como widgets pero insertados de manera integrada con el resto de los elementos, un movimiento muy inteligente y que permite acceder, con un sólo vistazo a mucha información que sólo con el clásico y antiguo escritorio de Windows.
Y por debajo, sigue siendo Windows
Parece que con tanta novedad de Metro nos olvidamos de lo que realmente subyace debajo de toda esa fachada: Windows. Porque Windows 8 sigue siendo precisamente eso, Windows, con sus bondades y sus defectos, con su puntos a favor y sus puntos en contra. Mediante varios accesos directos en Metro podemos acceder al escritorio más tradicional, que como comentaba antes no tiene grandes cambios. Sigue molestándome muchísimo esa interfaz Ribbon en el explorador, más aún, ahora que puedo contextualizarla es cuando me parece un despropósito aún mayor, que choca muchísimo con la sencillez y sobriedad de Metro.
En cuanto a la interfaz de las ventanas del explorador, dejando ya Ribbon a un lado, sí es cierto que se han realizado una serie de mejoras bastante interesantes y que le aportan elegancia y funcionalidad al conjunto. Es una pena que teniendo tantas cosas tan buenas el explorador sea la parte del sistema que en mi humilde opinión menos sobresale. Algunos hay, pero los demás cambios que podemos apreciar en la interfaz clásica no son tan importantes. Llama mucho la atención, y estoy seguro que a más de un usuario poco experimentado le va a traer loco los primeros días, la falta de menú de inicio, o bueno, no es que falte, es que el icono redirige a todo el panel de Metro, que no deja de ser como un menú de inicio gigantesco y mafgníficamente elaborado.
Cuando digo que sigue siendo Windows también lo digo porque algunas de las tareas pendientes que siempre ha tenido este sistema operativo siguen sin resolver. Por ejemplo, los paneles de control siguen siendo extremadamente confusos, me costó dejarlo todo como quería, acostumbrado a la sencillez y sobriedad en este sentido de OS X e incluso de Linux me gustaría que este apartado se perfeccionase un poco. Otras cosas como el gestor de tareas que siempre había sido bastante penoso ahora es la quintaesencia de la usabilidad y el diseño de interfaz, muestra todos los procesos y aplicaciones con una elegancia fantástica y con un toque de color que permite discernir muy rápido cuáles son aquellos procesos que más están consumiendo.
En perspectiva, un futuro bastante prometedor
7/10
Llegamos al fin de nuestro análisis, y toca repasar un poco todo lo visto hasta ahora, teniendo en cuenta que esto es sólo un breve adelanto de lo que está por venir tampoco podemos esperar notas demasiado altas. En general, más que la importancia de otorgarle una nota o una valoración general creo que lo importante es ser consciente de que estamos ante el futuro, ante la semilla, de algo mucho más grande. Windows 8 es sin duda el cambio más importante que ha sufrido el sistema operativo, al menos de cara al usuario, en lo que a interfaz, diferencia de uso y experiencia de usuario se refiere.
Windows 8 perfecciona y evoluciona lo que ya estaba, el escritorio, pero allana el camino para un nuevo contrincante, los tablets. Y es que por encima de todo sigue siendo un sistema de escritorio, no es que no vaya a funcionar en tablets, pero pese a lo bueno de su teclado, a lo cómodo del manejo con stylus y de lo potente que es su interfaz Metro, por el momento, y enfatizo lo de por el momento, me parecen más sólidos iOS en el iPad y Android Honeycomb. Tiene toda la pinta de que Windows 8 seguirá el camino de colocarse justo en el medio, no ser un sistema operativo puro para tablets pero tampoco renegarse y quedarse estancado en el escritorio. Es algo muy acorde con esa sensación híbrida de la que hablábamos al principio.
Habrá que ir viendo si llega alguna novedad importante más, como va puliendo Microsoft el producto y qué es lo consigue sacar de él. Habrá también que estar atentos a cómo responde la competencia (nada que ver las tibias mejoras incluidas en OS X Lion por Apple con las que se dispone a hacer Microsoft en Windows 8) y a cómo responden los usuarios a unos cambios tan radicales. Todo eso y de momento, el tiempo lo dirá, de momento larga vida a Windows 8, le espera un futuro muy prometedor.
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